Vulcano
Historia

Los planetas rotan alrededro del Sol pero no es una rotación estática sino que, sus órbitas, a su vez, van girando lentamente a lo largo del tiempo. Es lo que se denomina la precesión del perihelio. Mercurio es el que más exagera este movimiento, precesando 575 segundos de arco por siglo. Esto significa que cada órbita completa a su vez un giro completo en 225.391 años. Es un movimiento muy lento pero perfectamente cuantificable y calculable. Esto se atribuía al efecto del resto de planetas que «tiraban» de él.
El matemático francés Urbain Jean Joseph Le Verrier calculó, con base en la Ley de Gravitación Universal de Newton, la precesión que Mercurio debía tener y detectó una desviación de 43 segundos de arco por siglo entre la calculada y la real En 1840, el director del Observatorio de París, François Arago, y Le Verrier trataron de explicar esta variación de 43'' detectada.
En 1843 Le Verrier publicó su teoría en la que proponía la existencia de un pequeño planeta que perturbaba la órbita de Mercurio, o quizá un conjunto de pequeño objetos (tal vez con forma de cinturón de asteroides) girando muy cerca del Sol, del mismo modo que él mismo había propuesto que la órbita de Urano se veía perturbada por la órbita de Neptuno.
Entonces solicitó el avistamiento del posible planeta. Un astrónomo aficionado le hizo llegar que había observado el tránsito de un onjeto por el disco solar. Tras este documento y amparado en sus cálculos, presento a la Academia de Ciencias Francesa que publicitó el descubrimiento del nuevo planeta llamdo Vulcano.
Desde aquel anuncio muchos otros dijeron haberlo visto. Estas manifestaciones junto con la reputación de Le Verrier, que había descubierto Neptuno, hizo que la teoría de Vulcano se consolidara, llegando a publicarse en el New York Times como un gran descubrimiento histórico («Vulcano existe, y su existencia ya no puede ser negada o ignorada», New York Times, septiembre 1876) y el planeta aparece en libros para escuelas y academias.
El astrónomo hizo los cálculos para determinar cuando serían los siguientes tránsitos aunque murió antes de que se produjesen. Todos los estudiosos apuntaron sus telescopios al Sol en esas fechas intentando localizar al planeta pero nunca apareció, a diferencia de lo que había sucedido con Neptuno, que sí se obbservó donde él dijo.

Parece que aquellos que dijeron verlo lo equivocasen con manchas solares, imperfecciones en las lentes, sugestión o incluso afán de notoriedad, quien sabe... Su no aparición daba la razón a aquellos científicos que desechaban la teoría argumentanso que un planeta así se vería en los eclipses.
Algunos opinaron que pudo romperse y aún buscan restos, objetos pequeños próximos a la órbita de Mercurio que son denominados Vulcanoides, pero parece que su existencia es, simplemente, legendaria.
A lo largo de los años hubo avistamientos de aficionados y astrónomos respetados, su existencia fue confirmada y desmentida varias veces, los medios difundieron la noticia de su presencia más de una vez y la especulación persistió hasta el siglo XX, más exactamente, hasta un día de noviembre de 1915.

La existencia real o imaginaria de Vulcano llegó a su fin en la Academia Prusiana de las Ciencias cuando Albert Einstein desbarajustó la visión que se tenía del Universo con su Teoría de la Relatividad General. Poco antes de presentarla la había usado para armar el rompecabezas de Mercurio y comprobó que explicaba perfectamente la discrepancia en su órbita.
A su amigo Adriaan Fokker le comentaría después que cuando hizo los cálculos y «la respuesta fue 43 por siglo» le habían dado palpitaciones. «¡Imagina mi felicidad! Las ecuaciones dan el movimiento de Mercurio correctamente. Durante días estuve loco de alegría», escribió Albert Einstein en una carta a Paul Ehrenfest en 1916.
Desmentir la existencia de Vulcano daba la razón a Einstein para hacer entender que esa idea suya de que el espacio-tiempo fluye era en realidad la manera correcta de ver el Universo, como expuso el periodista y escrito Levenson. Mercurio no estaba siendo arrastrado por algún otro objeto, concluyó, simplemente se movía a través del espacio-tiempo distorsionado.
Así, "Vulcano fue expulsado del cielo astronómico para siempre", según escribió el autor Isaac Asimov en su ensayo científico "El planeta que no fue" de 1975.