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Júpiter

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Introducción

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Las primeras observaciones detalladas de este planeta las llevó a cabo Galileo en 1610 con su pequeño telescopio. Hasta más de tres siglos y medio el hombre no ha podido aproximarse para un estudio más detallado del gigante gaseoso.

El envío de naves espaciales a Júpiter conlleva diversas complicaciones. La primera de ellas es la distancia, que en promedio es de 778 millones de kilómetros, más de 2.000 veces la distancia que nos separa de la Luna y más de cuatro de la distancia entre nuestro planeta y el Sol. Incluso es enorme en los momentos de máxímo acercamiento entre la Tierra y Júpiter, que se da cada 13 meses y ronda los 600 millones de kilómetros. La energía necesaria se cuantifica como cambio de velocidad (Δv). Para alcanzar Júpiter desde la órbita terrícola se requiere una Δv = 9,2 km/s, similar a la empleada en poner un cohete en órbita terrestre (Δv = 9,7 km/s). Por ello las únicas opciones serían enviar sondas muy ligeras o cohetes de propulsión enormes.

Por tanto se emplea la asistencia gravitatoria de otros planetas como Venus o la propia Tierra, con la contrapartida de una dilatación bastante considerable del tiempo de llegada al gran planeta. Fue el ingeniero estadounidense G. R. Hollenbeck quien, en 1975, introdujo estas trayectorias, que se denominaron Delta-V «EGA» (Delta-V Earth Gravity Assist, con asistencia gravitatoria de la Tierra) y «VEGA» (Venus Earth Gravity Assist, con asistenacia gravitatoria de Venus y la Tierra). Con estas técnicas ya sí se podían lanzar a Júpiter entre el doble y el triple de carga útil de la permitida por un vuelo directo.

En los años 80 se mejoró el plan, pasando a usar la gravedad terrestre dos veces. Esta nueva idea, planetada por Roger Diehl se llamó trayectoria «VEEGA» (Venus Earth Earth Gravity Assist, paso por Venuus y por la Tierra dos veces), siendo la trayectoria más ingeniosa y eficaz planetada por el hombre para alcanzar al gigante gaseoso. Con ella se logra no tener que depender de ventanas de lanzamiento, evitando tener que llebara cabo maniobras propulsiva adicionales para su rumbo a Júpiter. el único hándicap es que aumenta en otros dos años el viaje.

Hay otras técnicas, como hacer más pasos por Venus o utilizar Marte, pero no suponen una mayor eficacia y generan otros problemas.

Otros problemas asociados a la visita de los artefactos humanos a Júpiter son su carencia de superficie donde aterrizar (si se alcanzase la que, previsiblemente existe en suinterior, la enorme presión destruiría la nave.

Tampoco nos podemos olvidar de la radiación que emite el planeta, suficiente para alterar los instrumentos de las sondas (por no hablar de la mortalidad segura si alguna vez se consideró enviar naves tripuladas).

Pero a pesar de todo ello se han logrado enviar sondas a sus proximidades, unas con destino en el planeta gaseoso y otras con otros objetivos adsicionales, obteniéndose imágenes e información muy valiosa sobre el planeta rey del sistema solar.

En este capítulo nos centramos en las naves que han tenido como destino principal Júpiter, si bien se hará refererencia al resto de sondas que lo han explorado y que lo visitarán.

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1 Una parte importante de los datos incluidos en este apartado y otros de esta página han sido tomados del artículo «¿Por qué debe pasar por la Tierra una nave que va a Júpiter?», de Daniel Marín (naukas.com).