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Orbitadores pasados

Fotografía (girada 90° —el norte queda a la derecha—) de Ío tomada el 28 de junio de 1997 a más de 600.000 km, por la sonda Galileo durante su novena órbita (C9). Se observa una columna de 140 km de altura, en el borde brillante, sobre Pillan Patera, y otra en el centro de la imagen (cerca del terminador), en Prometeo, con la sombra rojiza de la pluma extendiéndose hacia el terminador (NASA / JPL / Universidad de Arizona). Ampliar.

En diciembre de 1995, tres años después del primer sobrevuelo de Ulises al sistema Joviano, llegó la sonda Galileo, primera en orbitar alrededor de Júpiter. El día de la llegada, (el 7 de diciembre), antes de la inserción orbital en Júpiter, la nave Galileo pasó por Europa a una distancia de unos 33.000 kilómetros y, posteriormente, por Ío, a una altitud de unos 900 kilómetros. Cuatro horas después de abandonar Ío, el orbitador alcanzó su máxima aproximación a Júpiter.

Durante su misión principal, Galileo realizó diez sobrevuelos sobre tres de las cuatro lunas galileanas: cuatro sobre Ganimedes, tres en Calisto y tres por Europa, encuentros entre 100 y 1.000 veces más cercanos que los realizados por las naves Voyager 1 y 2 de la NASA a esas lunas en 1979. Tras la recolección de todos los datos de las superficies y características de cada luna por los instrumentos de la nave durante una semana, Galileo estuvo enviado toda la información durante las siguientes semanas hasta que se produjo el siguiente encuentro orbital.

De las órbitas de la nave espacial tres permitieron acercamientos a Europa: el 19 de diciembre de 1996 (Europa 4) y el 20 de febrero de 1997 (Europa 6), y el 6 de noviembre de 1997 (órbita Europa 11), produciéndose este último a una velocidad de 5,7 km/s a una altitud de solo 2.042 km.

El 14 de diciembre de 1997 se dio por concluida la misión primaria y se inició una misión extendida de dos años, la llamada misión Galileo Europa, con varios objetivos, pero destacando el de la profundización en el estudio y caracterización de la superficie y la atmósfera de Europa, para confirmar datos previos del Galileo que indicaban la posibilidad de la existencia de un océano acuoso bajo su superficie helada, lo cual brindaba la opción de existencia, pasada o presente, de alguna forma de vida. En esta misión extendida se llevaron a cabo ocho encuentros cercanos consecutivos a la citada luna.

La misión extendida Galileo-Europa se aprovechó también para practicar sobrevuelos adicionales a la luna volcánica Ío, que solo había podido visitar en una ocasión, como se citó anteriormente. En esta nueva misión se pudieron obtener dos acercamientos a Ío con los que se recopiló nueva información sobre su actividad. Igualmente se pudieron hacer cuatro sobrevuelos extra sobre Calisto.

Imagen compuesta a partir de capturas de la sonda Galileo en los sobrevuelos de 28/6/1996 (información de color) y 31/5/1998 (mayor resolución) en la que se ven manchas rojizas y hoyos poco profundos (de unos 10 km de ancho cada uno). Las citadas manchas (lenticulae) son consecuencia del hielo rojizo que emerge a la superficie, mientras el hielo superficial más frío se hunde, lo que hacía presagiar la presencia de un océano líquido interno. hacia abajo (NASA / JPL / Universidad de Arizona / Universidad de Colorado).

Tras esta misión extendida se aprobó una nueva misión ampliada llamada Galileo Millennium, con una duración de un año, hasta 2001, y nuevos sobrevuelos de Ío y Ganimedes, además de estudios conjuntos con la nave Cassini en su paso por Júpiter en diciembre de 2000, para brindar asistencia gravitatoria hacia Saturno.

En total, durante todas sus misiones en el sistema joviano, llevó a cabo siete sobrevuelos de Ío, ocho de Calisto, otros ocho de Ganímedes, once sobre Europa y uno en Amaltea.

Tras cumplir 34 giros orbitales durante todo el tiempo de su viaje alrededor del planeta gigante, la nave fue enviada el 21 de septiembre de 2003 rumbo a Júpiter para su destrucción con dos motivaciones. obtener datos sobre capas más profundas el planeta y evitar su impacto con la luna Europa que pudiera contaminarla y pusiera en peligro la posibilidad de hallazgo de señales de vida extraterrestre en misiones futuras. Con ellos la sonda Galileo fue útil hasta el último momento de su existencia.

Entre los logros científicos obtenido por la sonda Galileo respecto a la exploración de los satélites de Júpiter destacan:

  • La comprobación de la gran actividad volcánica de Ío, hasta 100 veces mayor que la terrestre. El calor y la frecuencia de estas erupciones son, en cierto modo, análogos a las producidas en la Tierra primitiva.
  • El estudio de las complejas interacciones del plasma de Ío en la atmósfera de esta luna que participan en las corrientes y el acoplamiento a la atmósfera de Júpiter.
  • La evidencia de la teoría que presumía océanos de agua líquida bajo la superficie de hielo de Europa.
  • Ahondando en lo anterior, los datos magnéticos de Galileo proporcionaron la evidencia de que Europa, Ganimedes y Calisto tienen una capa de agua salada líquida.
  • La comprobación de que La citada triada de lunas (Europa, Ganimedes y Calisto) poseen una delgada capa atmosférica conocida como «exosfera ligada a la superficie».
  • La confirmación de que Ganimedes es el primer satélite conocido que posee un campo magnético.
  • Los anillos de Júpiter son la consecuencia del polvo expulsado por los impactos de meteoroides interplanetarios contra la superficie de las cuatro pequeñas lunas interiores del planeta.

Para una mayor información sobre la nave y su misión en júpiter visitar el subapartado correspondiente de Júpiter objetivo principal (siglo XX) del capítulo «Planetas».

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