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Satélites Naturales
de Júpiter

Datos generales

Retrato de Galileo Galilei, pintado por por Justus Sustermans, de origen flamenco, en 1636 (Galeria de los Uffizi de Florencia).

Se suele decir que Júpiter forma un sistema solar en miniatura con sus 4 lunas grandes y muchas lunas más pequeñas (cada vez más cerca del centenar).

Las cuatro mayores se llaman los satélites galileanos en honor a Galileo Galilei, que fue quien las observo por primera vez, el 7 de enero de 1610. Incluyó sus estudios, entre otros, sobre el sistema joviano en su tratado astronómico Sidereus nuncius («Mesajero estelar»), en el que incorporó multitud de dibujos describiendo los movimientos de las lunas alrededor del planeta. Fueron las primeros satélites descubiertos, sin contar la Luna, claro. Son Io, Europa, Ganimedes y Calisto.

Los dos telescopios de Galileo y la lente del telescopio con el que se descubrieron las lunas de Júpiter (Museo Galileo de Florencia. Foto:Lola Vázquez).

El gran Galileo las bautizó como Júpiter I, II, III y IV, en función de su proximidad al planeta, y esa denominación se mantuvo hasta el siglo XIX, en que retomaron los nombres motológicos propuestos por Marius, astrónomo que afirmaba haberlas descubierto cinco semanas antes que el italiano, mientra este le acusó de falsedad e incluso de plagiar su obra.

Aunque es posible que las descubriese independientemente de Galileo, ese descubrimiento parece que fue algo posterior y se reconoce a Galileo, tras comprobar la mayor extensión y fiabilidad de sus estudios, como el descubridor. Sin embargo se aprobaron los nombres propuestos por el astrónomo alemán sugeridos por Johannes Kepler. Luego se ha podido entender que, según se iban descubriendo nuevas lunas, el sistema de numeración de Galileo era poco práctico.

Esos cuatro nombres se corresponden a las tres doncellas (Ío, doncella de Argos, Europa, princesa fenicia, y Calisto, hija de Licaón, rey de Pelasgia) cortejadas por el dios Júpiter, y Ganimedes, el joven hermoso príncipe troyano raptado por el dios Zeus (el equivalente griego de Júpiter), quien lo convirtió en su amante y en el copero de los dioses.

La IAU determinó en 1975 que las lunas de Júpiter tomasen nombres de los amantes del dios Júpiter (Zeus) y, en 2004, lo amplió con el nombre de sus descendientes. Como sucede con los satélite saturnianos, los jovianos que no alcancen una determinada magnitud ya no reciben nombre propio, salvo que tengan un interés científico especial.

Los que no tienen nombre propio siguen la nomenclatura tipo «S/AAAA J n», donde S es satélite, AAAA es el año del descubrimiento, J la inicial del planeta primario, y n el número de orden. Por ejemplo, S / 2016 J2 (Valetudo) es un satélite, descubierto en 2016, de Júpiter, en segundo lugar.

Animación que muestra la estructura interior de las cuatro lunas galileanas de Júpiter (ESA / ATG medialab).

En los grupos de satélites exteriores (desde Leda hasta Sinope) los nombres que acaban en -a siguen órbitas directas (sentido antihorario) y los que acaban en -e, siguen órbitas retrógradas (sentido horario). Aquellos con inclinaciones de aproximadamente 40 a 60 grados terminan en -o (como Temisto, que fue el primero de ellos).

Los grandes satélites galileanos de Júpiter se formaron seguramente a partir del disco de materiales sobrantes tras la formación de Júpiter por condensación a partir de la nube inicial de gas y polvo que rodeaba al sol, en los umbrales del sistema solar. Por tanto es probable que esas cuatro lunas tengan aproximadamente la misma edad que el resto del sistema solar: unos 4.500 millones de años.

Al igual que sucede con los planetas, que cuando más alejado del Sol menos denso es, con las lunas galileas se cumple el mismo principio, de modo que a mayor lejanía de Júpiter menor densidad tienen. Esto es porque a mayor proximidad a la fuente de calor (sea la del Sol o la de Júpiter) se condensa primero el material rocoso (más denso), mientras que el hielo solo se condensa en zonas más frías.

Por tanto, a mayor distancia de Júpiter menor cantidad de agua: Ío es el más seco ya que debió expulsar su agua hace mucho tiempo, Europa tiene bastante hielo y agua sobre un interior rocoso y metálico, y las más lejanas, Ganimedes y Calisto, tienen proporciones más altas de hielo de agua y, por lo tanto, densidades más bajas.

Calisto está aproximadamente 1.8 veces más lejos de Júpiter que Ganimedes, 2.8 veces más lejos que Europa y 4.5 veces más lejos que Ío, la luna grande más cercana a Júpiter.

Animación de las órbitas de las lunas galileanas y las resonancias que hay entre tres de ellas (ESA / ATG medialab).

Las lunas de Júpiter Io, Europa y Ganimedes están en lo que se llama una resonancia: cada vez que Ganimedes orbita a Júpiter una vez, Europa orbita dos veces e Ío orbita cuatro veces; es una resonancia en la proporción de 1:2:4. Con el tiempo, las órbitas de la mayoría de los satélites o planetas grandes tienden a volverse circulares, pero en el caso de estos tres satélites, la resonancia produce una excentricidad forzada ya que los satélites se alinean entre sí en los mismos puntos de sus órbitas una y otra vez, dándose entre sí un pequeño tirón gravitacional que evita que sus órbitas se vuelvan circulares. Calisto orbita más lejos y no está en resonancia, aunque pudo haberlo estado en el pasado.

Como Júpiter, y por tanto el plano orbital de sus lunas, tiene una inclinación respecto a su órbita de tan solo 3° (rota prácticamente de forma vertical), ni el planeta ni sus lunas presentan estaciones marcadas como las de otros planetas.

En 2017, el astrónomo estadounidense Scott Sheppard y sus colegas del Instituto Carnegie para la Ciencia buscaban un planeta lejano que, supuestamente, estaría orbitando más allá de Plutón (el famoso Planeta 9). El equipo apuntó el Telescopio Víctor M. Blancoun telescopio del Observatorio Interamericano del Cerro Tololo, en Chile, hacia campos estelares próximos cuando se percataron de que Júpiter estaba en la zona de mira y aprovecharon para estudiar el planeta con los nuevos equipos. Entonces recuperaron varias lunas «perdidas» del gigante gaseoso y descubrieron 12 nuevas entre 2017 y 2018, quedando el planeta con 79 satélites.

Ya en la década de 2020, Sheppard confirmaba en imágenes de archivo otras dieciséis, elevando el número de satélites a 95, que es con el que secuenta a día de hoy. Sin embargo Sheppard va más allá e indicço recientemente que están rastreando más lunas de Júpiter, lo que podría llevara superar las 100 lunas en los próximo años. Además, con la puesta en funcionamiento del Observatorio Vera C. Rubin y el Telescopio Espacial Romano Nancy Grace, el descubrimiento de aún más lunas irregulares del sistema Joviano es insoslayable.

En cuanto al tipo de satélites se puede decir, en general, que los satélites de radio orbital inferior a 19 millones de kilómetros son prógrados, mientras que el resto, más alejados, son retrógrados.

Los satélites de Júpiter se pueden agrupan de la siguiente forma:

Grupos de lunas de Júpiter. Los puntos simbolizan las 4 galileanas y 12 de las descubiertas más recientemente —2 prógradas internas, 9 retrógradas externas y Valetudo, prógrada externa— (Roberto Molar-Candanosa / Carnegie Institution for Science). Ampliar.

1 Temisto (entonces S/1975 J1) fue descubierto el 30 de septiembre de 1975 por Charles Thomas Kowal y Elizabeth Roemer, pero se perdió antes de poder establecer su órbita. Sin embargo se recuperó 25 años más tarde (en noviembre de 2000) por Scott S. Sheppard y otros colegas del famoso astrónomo. Pasó de ser S/1975 J1 a S/2000 J1 hasta que, finalmente, se le dio el nombre deficitivo de Temisto (titán hija de Gaia y Urano y la segunda esposa de Zeus: su nombre significa «ley divina» en griego).

2 El descubrimiento de Dia tiene semejanzas con la indicada para Temisto. En este caso fue descubierto por Sheppard y su equipo en 2000, pero su rastro se perdió durante una década. En 2001 la U.A.I., en su boletín 7555 de enero de 2001, consideró que, tras haber sido perdido todo rastro de este cuerpo celeste, no volvería a ser considerado como tal en adelante. En 2010 se detectó un anillo de polvo muy próximo a Himalia que no existía en las observaciones de la sonda Galileo en 2003 lo cual hizo conjeturar a los científicos que podría se el resultado de la eyección de material de Himalia por el impacto de S/2000J11 (como se llamaba entonces Día), pero finalmente se recuperó en observaciones realizadas en 2010 y 2011 (ver la circular del Minor Planet Center), y la U.A.I. se le dio el nombre definitivo de Día («la que pertenece a Zeus» en griego) en marzo de 2015 (ver aquí). Aún así, en varios documentos de organismos internacionales y de difusión de conocimientos sigue apareciendo erróneamente como un satélite desaparecido.